domingo, 11 de julio de 2010

El Caballo Colombiano

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El Caballo Colombiano
Paso Fino Colombiano




Si realizamos una investigación en los países americanos respecto de la abundancia y calidad de sus caballos, nos encontraremos de manera sorprendente, con el grado de superación que en el nuestro han alcanzado la cría y el manejo del noble bruto.

El paso fino, la trocha, el trote y el galope suave, son aires que ejecutan nuestros caballos en forma muy superior a como podríamos verlo en otras naciones.

Este fenómeno está ligado en forma inevitable al origen de las dos razas que ejecutan aquellos movimientos, y a la calidad y perfeccionamiento que el hombre colombiano le ha imprimido a sus ritmos. Separar estas dos razones no hubiera permitido alcanzar los resultados ya anotados.

Referencia histórica

Por lo anterior es de gran importancia hacer un recuento histórico de la evolución de nuestro caballo, desde su llegada a América con el segundo viaje de Colón, hasta el momento actual, cuando la irrupción de sementales españoles traídos por rejoneadores y hacendados, ha modificado algunas características fundamentales de los andares originales.

Situémonos en el Siglo XV. En la Península Española terminaba la dominación de los moros, denominados genéricamente árabes por su idioma, pero representados por grupos de mahometanos que habitaban la Berbería o Costa Sur del Mediterráneo, formada por Marruecos, Argelia, Túnez y parte de Libia. Ellos, a partir del Siglo VII, trasladaron a la península una parte muy considerable de su cultura, que se manifestó claramente en el idioma, la arquitectura y en muchas de las costumbres que aún continúan vigentes, no sólo en España sino en América.

Dentro de este aporte, el caballo berberisco propio de la zona norte del África, que según escritores muy calificados llevaron en número superior a 300 mil ejemplares, formó parte de tan valiosa cuota y contribuyó en mayor grado al éxito del descubrimiento y la conquista del nuevo continente.

Características generales

Como dice el hipólogo argentino Ángel Cabrera, fue éste "... un caballo jinete, o zenete, cuyo principal centro de producción fue lógicamente Andalucía, por haber sido allí más duradera la dominación musulmana. Caballo que tanta fama alcanzó en el mundo entero por sus excepcionales condiciones, y en opinión de Houel, jamás superadas por ninguna otra raza; era el que predominaba en España en la época de los descubrimientos y la conquista de América.

Debemos suponer que éste fue también el tipo de equino que los españoles trajeron al Nuevo Mundo, entre otras razones porque era el que se usaba para cabalgar "a la jineta"; y todos los historiadores, cuando hablaban de las fuerzas montadas que tomaban parte en aquellas empresas, hacen constar que se componían, como las que trajo Colón, de lanzas jinetas ..."Y continúa diciendo el investigador:..." en cuanto a la conformación del caballo español de aquellos siglos, a juzgar por los testimonios y escritos de la época, era un animal más bien chico que grande, de tipo perfectamente mesomorfo, generalmente un poco cerca de la tierra, con caja amplia, pecho ancho, musculoso y algo corto, grupa redonda y en declive y cola inserta bastante baja, rasgos estos dos últimos característicos de la raza berberisca. La cabeza, corta, era de perfil tan pronto recto como algo convexo en la frente y hundido en la base de los nasales pero nunca acarnerado...".

A lo anterior agregamos, por las afirmaciones del hipólogo Luis Ascasubi y del mismo Cabrera, que era un caballo que se caracterizaba por su magnífico brío, docilidad de temperamento, y resistencia inigualable para enfrentar las inclemencias del trópico y soportar toda clase de sufrimientos y deficiencias en el régimen alimenticio. Y para completar la identificación de aquellos primeros equinos en América, los tratadistas puntualizan: "sus movimientos se hacían ceñidos dos a la ambladura andadura, que se caracteriza por el desplazamiento sucesivo y alternado de dos miembros laterales en cada batida y que producen un sonido de un solo golpe al asentar el bípedo lateral, para completar el paso en dos golpes".

Como puede observarse, estos rasgos fenotípicos coinciden notoriamente con los del caballo colombiano anterior al año 1950 en todas sus manifestaciones. A través de los posteriores análisis veremos como la calidad de los movimientos de este equino, modificada por la educación y el manejo de nuestros jinetes, tienen relación muy íntima con la ambladura, el brío y su agilidad. Si los Españoles en lugar del caballo berberisco, hubieran traído otra raza de mayor tamaño y menor valentía, quizás otra hubiera sido la suerte de la conquista del continente, o mayor el retraso en la evolución y progreso que siguieron a la venida de Colón.

EN COLOMBIA

Después del arribo de Colón a la isla La Española en su segundo viaje, llegaron a COLOMBIA con Rodrigo de Bastidas, Gonzalo Jiménez de Quesada, Pedro de Heredia y el oidor Juan de Badillo, contingentes de caballos y yeguas que más tarde formaron pequeños grupos diseminados en la Costa Atlántica, y colonias importantes en la Sabana de Bogotá y el Occidente Antioqueño, después de penosas travesías por el río Magdalena y la zona de Urabá, respectivamente; su evolución a través de los 460 años que separan nuestro tiempo de aquellas famosas hazañas, los llevó a perfeccionar sus movimientos pero conservando las características fenotípicas y temperamentales.

El manejo y la alimentación esmerada permitieron descubrir que numerosos ejemplares inmigrantes rompían la ambladura de dos tiempos, cambiándola por un paso de cuatro tiempos. Este fenómeno, que ocurrió en gran porcentaje en los caballos traídos por los conquistadores se extendió y propagó por selección genética. Aquel andar, con el correr del tiempo, se distinguió en la Costa Atlántica con el nombre de "dos y dos", en la Sabana de Bogotá y valles complementarios con el nombre de paso fino, y en la región Andina, principalmente en Antioquia, Caldas, Tolima y Huila, con la denominación de paso castellano por presentar adicionalmente en aquellas regiones un aire secundario denominado "troche", que el caballo ejecutó para descansar en los terrenos ondulados, explicable esto por cierta "volatería" en sus brazos, de origen fenotípico o por cruce con la raza de trote y galope.

Mientras esto ocurría en América en España, según nos sigue narrando Cabrera, no volvieron a exportarse caballos a las Indias, porque aquí especialmente en Centroamérica, por los lados de Santo Domingo y Cuba, se formó una inmensa colonia desde donde se despachaban los mejores ejemplares para la península y de donde salieron los caballos para las conquistas de Méjico, el Perú y el sur de la Florida.

Nos refiere que en la península las cortes se preocuparon por producir un caballo "carrocero" que tuviera mucha belleza fenotípica y buena elegancia en sus andares, para lucir mejor el tiro de sus coches. Para ello se recurrió a equinos del norte de Europa como fueron los Frisones, Daneses e Ingleses, todos de gran tamaño y con alzada superior a 160 centímetros y a la sangre árabe representada por padrillos traídos a los criaderos de Andalucía desde el Yemen del Sur. Así nos refiere el historiador que "... al antiguo caballo español de tipo berberisco sucedió pronto el andaluz moderno, de cabeza pesada y perfil convexo, muy vistoso, pero de escaso fondo, y si algo bueno quedaba en algún rincón del país, la invasión francesa de 1808 acabó con ellos..."

Se inició entonces con estos cruces la era del español moderno, representado en el mundo actual por un buen número de razas, seleccionadas por colores y comportamientos similares, pero genéticamente descendientes de aquel proceso. Entre éstas, además del español actual, representado por Andaluces y Cartujanos, podemos enumerar en Portugal a los Lusitanos y al Alter Real, en Austria a los famosos Lipizzanos de la reputada Escuela Española de Equitación de Viena y en Checoeslovakia al Kladruber, todas de características fenotípicas sobresalientes, pero nunca comparables en temperamento y valentía al caballo berberisco.

Quienes estudien con detenimiento los factores que inciden en la formación de los buenos aires o andares, podrán comprobar que ni la mayor alzada, ni el mayor peso, contribuyen a la agilidad del animal, y además es muy notorio en este caballo español moderno, un menor brío y una menor fogosidad que la del caballo de origen berberisco.

Hay que anotar, de otra parte, que la influencia de estas líneas de razas caracterizadas por sus movimientos diagonales, modificó totalmente en la península hasta su desaparición, el movimiento de ambladura, ya que todas ellas se desplazan en el trote.




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