jueves, 2 de septiembre de 2010

Casa Grande

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Casa Grande
Indicios de sus primeros habitantes
Por: Augusto Salazar
PAIJÁN
Los esqueletos humanos más antiguos


En 1975 el arqueólogo francés Claude Chauchat descubrió los restos óseos de un niño y de una mujer enterrados hace 10,000 años en la Pampa de Paiján los mismo que se presume habitaron también los valles que ahora conforma Casa Grande-Perú. Los estudios radiocarbónicos le dieron una antigüedad mayor que a los esqueletos de Lauricocha descubiertos por Augusto Cardich en 1959. Casa grande-Perú y toda la costa norte del Perú fue poblada por cazadores, recolectores, pescadores y marisqueros durante el Holoceno Temprano. Los Hombres de Paiján (distrito de Paiján que colinda con el distrito de Casa Grande) desarrollaron una industria lítica de puntas de proyectil con pedúnculo conocidos ya desde 1948 gracias a Rafael Larco Hoyle. Casa Grande-Perú y Paiján se ubican en la cuenca del Río Chicama en el departamento de La Libertad región donde también se desarrollaron los Hombres de Huaca Prieta (del Arcaico Tardío) , las Cultura Cupisnique, Salinar y Gallinazo (del Formativo), y los reinos Mochica (Intermedio Temprano) y Chimú (Intermedio Tardío).

LAS CULTURAS PRE INCAS QUE OCUPARON LOS VALLES DE CASA GRANDE-PERÚ

La primera cultura preinca que habito los valles de Casa Grande-Perú fue la cultura Mochica que hace su primera aparición en el valle chicama aproximadamente en el año 200 d.c. hasta el 700 d.c. Luego la cultura chimú ( en los años 700 d.c. hasta los años 1400 d.c. que surgen al decaer el imperio Wari). Conquista al pueblo Mochica que al mismo tiempo los consideraba sus antepasados y los veneraban adquiriendo ciertas costumbre laborales como las construcciones de barro. Límites y ubicación de Casa Grande-Perú Esta ubicado en la provincia de Ascope del departamento de La Libertad. Al norte limita con: la ciudad de Ascope, San José Alto y cerro San Antonio; al sur: con Eriazos de Chiquitoy, Magdalena de Cao y Los Molinos; al este: con las estribaciones de los cerros de Chicama, Sausal y Casa Quemada; y al oeste: con el cerro Yugo, Cerro Azul, Comunidad de Paiján y terrenos de Salamanca

Perú


Departamento de La Libertad


Provincia de Ascope - Distrito de Casa Grande
Historia de Casa Grande Su origen en la Colonia con la Producción de Caña Carta topográfica colonial de Trujillo y el valle de Chicama


La historia de la Hacienda Casa Grande, la hacienda azucarera que a lo largo del siglo XIX agrupó una concentración de tierras nunca antes vista en el valle de Chicama y en la costa del Perú, llegando a competir mano a mano en la producción mundial de azúcar con los emporios de Hawaii y Cuba, es sumamente interesante e ilustrativa en lo que al desarrollo tecnológico se refiere, así como también retrata el lado oscuro del capitalismo. El espacio que comprendió su primer núcleo lo constituye la Hacienda Oyague, la cual fue propiedad de Domingo José de Oyague en 1750 durante la época colonial; luego dichas tierras con el advenimiento de la República pasan a propiedad de los Bracamonte y Pinillos, terratenientes liberteños quienes en 1830 fundan La Hacienda Casa Grande. Es necesario remarcar que hasta ese momento, la capacidad de producción de las haciendas azucareras era muy limitada, por cuanto no se contaba con maquinaria industrial para su siembra y procesamiento, ni tampoco interés en adquirirlo, llevando esta situación al cultivo de caña para autoconsumo y en un brevísimo número para exportación. La forma tradicional de procesamiento de caña, el trapiche, seguía siendo un eje impulsado por bueyes, así como las vías de comunicación entre los diferentes cañaverales eran prácticamente nulas o inexistentes, motivo por el cual mucho de la cosecha se perdía y no se podía procesar.


Trapiche (Simonin, 1867)
Luis G. Albrecht Casa Grande


Luis G. Albrecht

Luis G. Albrecht, alumno del ingeniero alemán Liebig, nace en Münich, Bavaria, Alemania (otros señalan que en Bamberg, Alemania) el 19 de marzo de 1826, muy joven viaja a Estados Unidos y México en donde funda Casa Grande de Blancos, en Manzanillo dedicándose a la exportación de maderas. Llega al Perú por problemas de salud entre 1855 y 1856, casándose con Emilia Casanova y Velarde, hija del coronel Domingo Casanova, dueño de la hacienda Galindo; y se establece en Trujillo, adquiriendo la propiedad azucarera “Facalá” en el valle de Chicama en 1862, en la cual posteriormente se asocia con los hermanos Pflücker. Para 1865 adquiere la hacienda Sausal a fin de ampliar sus sembríos. Al inicio Albrecht siembra algodón en Facalá; el cual tenía buen precio y demanda debido a la guerra secesionista de Estados Unidos (la que conllevó a una enorme baja en la producción de los algodonales del sur de EEUU), pero dándose cuenta de la rentabilidad y facilidad de cultivo de la caña de azúcar en el valle, cambia de rubro y comienza con los cañaverales en Facalá, Sausal y Casa Grande. Como ya hemos mencionado, dándose cuenta del atraso tecnológico en cuanto la industria azucarera se refiere en nuestro país, fue un pionero en industrializar el cultivo de la caña de azúcar en el valle de Chicama, estableciendo el primer ingenio de importancia en la hacienda Facalá, aprox. en 1862. Asimismo, amplió el rubro de sus negocios a la explotación del cobre, en las minas de Quiruvilca, junto con Gottlieb, ganando notoriedad en el ámbito económico republicano.


Fotografía de la Hacienda Casa Grande


Postal de la Hacienda Casa Grande

Raimondi en su viaje realizado en 1868 le dedica algunas palabras al industrioso Albrecht: "Luego pasé a Facalá, célebre entre todas las del valle de Chicama, un hombre inteligente, activo y emprendedor, el señor Luis Albrecht, hizo surgir como por encanto esta hacienda del estado de decadencia en que se hallaba, introduciendo las más útiles mejoras, de manera que actualmente puede considerarse como la hacienda modelo de todo el valle de Chicama y la que representa el progreso en todos sus ramos. Se cultiva caña de azúcar, arroz, algodón y hay un surtido de máquinas, puestas en movimiento por la poderosa fuerza del vapor." A partir de 1870 como ya hemos señalado, la industrialización de la empresa azucarera triunfa, siendo en el valle de Chicama la fuerza utilizada principalmente la hidráulica seguida del vapor para las maquinarias, reemplazando a los obsoletos trapiches tirados por bueyes. En 1877 utilizando máquinas a vapor importadas de Filadelfia, la hacienda Lurifico (Chepen) elaboró 1000 quintales diarios de azúcar, mientras que la hacienda Facalá (hoy anexo Casa Grande) de los hermanos Pflücker en Chicama elabora 50000 quintales por año. En 1876 la hacienda Sausal de Albrecht produce 15 000 quintales de azúcar por año. Este incremento en la producción de caña conllevó a un incremento del consumo de la misma, motivo por el que Albrecht comienza a adquirir las tierras adyacentes a Casa Grande integrando ingenios con zonas de cultivo en un área industrializada, y en aquellas localidades en las cuales no se podía hacer esto lo que se acostumbraba era adquirir las cosechas de haciendas vecinas que no dispusiesen de ingenios para su procesamiento, al igual que Augusto Cabada, propietario de las haciendas Lache y Santa Ana, firmando ellos un contrato en 1871 en el que se estipulaba que Albrecht se comprometía a procesar en Casa Grande la caña producida en las tierras de Cabada debiendo recibir cada parte el 50% de la producción. Cuando Cabada adquiere su propia maquinaria, denuncia el contrato y es litigado zanjando el conflicto, la Corte Suprema de Lima a favor de Luis Albrecht el 24 de diciembre de 1877.


Monedas

Como vemos, eran tiempos prósperos para Casa Grande y para Albrecht, aunque es necesario mencionar en este punto que muchos de sus jornaleros eran coolíes (chinos), viviendo explotados en muchos casos llegándose a excesos en otros, al tomar los capataces la justicia por su propia mano. (texto de investigación de Augusto Salazar)

COOLÍES

Por ello, a pesar de las prohibiciones legales, como en 1853, y de las protestas internacionales, la llegada de los coolíes al Perú fue continua y creciente. Y en este interés no sólo estaban los hacendados sino también los contratistas que vieron en el tráfico de peones chinos un negocio muy lucrativo. De este modo, entre 1849 y 1874, llegaron alrededor de 87 mil coolíes a nuestro país. Mencionamos que fue un sistema de semi-esclavitud porque de por medio existía un contrato de trabajo entre el hacendado y los peones chinos. El trabajador no era propiedad de un patrón al que podía dejar al momento de finalizar su tiempo obligatorio precisado en su contrato, generalmente de 8 años, y si le era conveniente aceptaba de manera voluntaria volver a contratarse con el mismo hacendado.


Peón chino en una hacienda de caña;
nótese los grilletes en los pies

Luego, vino el descalabro nacional, la Guerra del Pacífico. También es necesario señalar que Luis Albrecht era casado de una prima del militar chileno Patricio Linch (se dice que gracias a esto pudo negociar condiciones favorables sobre los cupos, no está comprobado esto último, lo que sí se conoce es que luego de la guerra Albrecht quebró). Al producirse la toma de Lima, una Expedición comandada por Linch recorre el norte del país, imponiendo cupos a las industrias que encontraba a su paso con la amenaza de destruirlas, llegando a hacer lo mencionado con las haciendas de Dionisio Derteano y otras del valle del Santa. En Trujillo se formó el batallón Libres de Trujillo a cargo del coronel Justiniano Borgoño, el cual luchó en las batallas de San Juan y Miraflores. Posteriormente se formó el batallón n° 01 integrando sus filas el capitán Ranieri Manucci, italiano, saliendo al puerto de Salaverry para impedir el desembarco de los chilenos. Luis Albrecht en ese momento decide alojar a algunos centenares de trujillanos en su hacienda Casa Grande, amparándolos bajo el pabellón imperial alemán.


Al llegar Linch a Trujillo, impuso un cupo de 35 000 soles a la ciudad, caso contrario la ocuparía, siendo el alcalde de la ciudad Cecilio Cox. Trujillo (y todo el país) atravesaba por una crisis económica pero ante las demandas de Linch había que pagar el cupo, Cox entrega 30 000 soles y Albrecht 5 000, de su propio peculio para salvar la ciudad. Luego de ello, Linch parte al valle de Chicama e impone un cupo de 40 000 soles, caso contrario el puente sobre el río Chicama sería destruido y las haciendas saqueadas. Cox y Albrecht negocian un descuento a 20 000 soles, sin embargo al no reunir el dinero en la fecha pactada Linch comienza a destruir el puente, motivo por el que Cox y Albrecht pagaron cada uno 10 000 soles nuevamente de sus propios recursos. Según una tradición trujillana, Albrecht lo abonó con su propio dinero pues dijo: "Los bienes se han hecho para remediar los males". Al término de la guerra y con las deudas adquiridas producto de los cupos, la falta de producción azucarera y la destrucción de mucha maquinaria industrial, en 1888 vende Casa Grande a otro alemán, Juan Gildemeister quien en 1889 funda la Sociedad Agrícola Casa Grande Ltda, pero ya eso es parte de otra historia. Luis Albrecht murió en Lima 8 de julio de 1891. Una urbanización y un Hospital en La Libertad llevan su nombre, y sus actos y nombre son recordados como parte de la tradición oral trujillana, como un inmigrante alemán de nacimiento, trujillano de corazón. (texto de investigación de Augusto Salazar)



Los Gildemeister



Juan Gildemeister

Juan Gildemeister (1823- 1898), nacido en Bremen Alemanía, funda en la ciudad de Lima la firma “Gildemeister”, dedicada al comercio. Luego en 1887, no obstante con el terremoto de 1866 y la guerra del Pacífico le causaron graves pérdidas que le obligaron a vender sus almacenes de nitratos en Tarapacá. Gildemeister adquiere la hacienda Casa Grande. Posteriormente compra otras haciendas como Lache, Sausal, Jaquez, Viscaíno, Gasñape y Molino; y funda la Sociedad Agrícola Casa Grande Limitada. Sociedad que convirtió en uno de los primeros ingenios azucareros del mundo. A su muerte, Enrique Gildemeister, un primo lejáno, toma la administración de sus haciendas y pone en marcha un ambicioso proceso de concentración de tierras con la compra de las haciendas Roma y Laredo.

LAS RELACIONES ENTRE PERU Y ALEMANIA, 1828-2003 Fabían Novak Talavera

El proceso de concentración de tierras en esta zona coge ímpetu entre 1885 – 1890 debido a la incapacidad de muchos propietarios de sobrevivir el desastre producido por la Guerra del Pacifico. La Sociedad Agrícola Casa Grande Limitada es el resultado de las compras de Gildemeister (Capital Alemán) que comienza adquirir haciendas en el valle Chicama a partir del año 1890. La Compañía Grace (capital norteamericano) adquieres la hacienda Cartavio en 1882, pero no la explota hasta 1891 cuando forma la Cartavio Sugar Co. Luego un nuevo ciclo de concentración ocurre después de 1902 con la baja drástica del precio de azúcar en el mercado mundial. El tercer y último ciclo de concentración tiene lugar durante y después de la primera guerra mundial. Notablemente en 1927 Casa grande compra la propiedad de Víctor Larco (ex Tulupe y entonces Roma y demás tierras). A principios del siglo había sido el magnate azucarero más poderoso del valle. Esta compra le da a Casa Grande una posición incontestable de dominación, con aproximadamente 13.460 fanegadas (medida variable de tierra cultivable según la región entre 0.5 a 0.7 hectáreas) de tierra en comparación a las 2.206 fanegadas de Cartavio. Texto: Jose Carlos Mariategui (7 ensayos de la realidad peruana) Gildemeister con su Casa Grande, junto a otros terratenientes de origen extranjero, fueron conocidos en el argot popular del norte como los “Barones del azúcar”. El espíritu emprendedor de estos hacendados, la utilización intensiva de fertilizantes y pesticidas, la fuerza económica de sus capitales y la mecanización de sus haciendas, les permitieron la maximización de beneficios y la conquista de las tierras agrícolas del Valle Chicama que provocó la desaparición de los medianos hacendados trujillanos. Posteriormente en 1915, el gobierno de Benavides le entregó a los Gildemeister la concesión del puerto de Malabrigo para la salida e ingreso de los productos de la referida hacienda al puerto y más tarde abrieron un bazar para vender sus propias mercaderías. Si bien la hacienda terminó siendo expropiada durante el régimen dictatorial del general Velasco Alvarado en 1968, lo cierto es que durante su vigencia se convirtió en el primer ingenio azucarero del mundo, por encima de Hawai y otros, y forma parte de nuestra historia económica nacional.


EL SISTEMA DE ENGANCHE PARA ADQUIRIR TRABAJADORES DE LAS SERRANIAS DE CAJAMARCA

En el año 1980 se implanto un sistema de enganche. El enganchador (persona intermediaria que buscaba mano de obra) usaba la presencia de oro para persuadir y de otros artificios para convencer y llevar a los campesinos de las serranías de Cajamarca a trabajar a los cañaverales de la Hacienda de Casa Grande. Por los trabajos que realizaba cada trabajador que el reclutaba “el Enganchador” le pagaba con vales que sólo servirían para ser consumidos en sus bodegas productos con precios recargados. Todo esto con el permiso del hacendado. Como el contrato que los peones firmaban especificaba que ellos no podían dejar el trabajo hasta que culmine el contrato o hasta cuando salden sus deudas ellos terminaban explotados y en caso de rebelión se les denunciaba y terminaban en la prisión. Trabajaban de 6 a.m. a 6 p.m. con un descanso de las 11 a.m. y su pago por casa jornada era de 50 centavos. Esto dio principio a la gran población de origen de Cajamarca que tiene el actual distrito de Casa Grande.


LIBRO NEGRO EN LA HACIENDA DE LOS GILDEMEISTER

Era un libro de actas donde se daba juicio por los despidos a los trabajadores que por motivos de inmoralidad, indisciplina e insubordinación se daba registro, como: violencia y violación a menores de edad, adulterio, fornicación, violencia con el cónyuge, embriagues en la hora de trabajo, faltas injustificadas en la labor, insubordinación con su capataz.

CASA GRANDE - PERÚ Y EL VALLE DE SUNCHUBAMBA Walter H. Wust, Revista Viajeros Conservación y Culturas July 2007 Secretos de Sunchubamba

Alguna vez la hacienda Casa Grande, propiedad de la familia Gildemeister, fue la mayor productora de azúcar de América. Asociada con una casa comercial de Bremen, Alemania, superaron las vicisitudes que asolaron el campo por aquellos tiempos y lograron edificar un ingenio capaz de procesar tres mil toneladas de caña al día. Durante los primeros años de 1920, la hacienda adquiría más de 400 reces al mes, además de carneros, papas, cebada y otros cereales, para abastecer los tambos de sus rancherías.

Con el objeto de asegurar su aprovisionamiento –y reducir los altos costos que ello originaba– Hans Gildemeister compró los fundos de Sunchubamba y Huacraruco, de 43 mil y 75 mil hectáreas, respectivamente, con las que formó la empresa agrícola más importante del país. Así, Casa Grande pasaba a controlar un territorio que superaba en tamaño a algunos países europeos, administrado gracias a una extensa red de carreteras, líneas telefónicas y hasta ferrocarriles construidos expresamente para su funcionamiento. Eran pues, tiempos muy distintos a los de hoy en la sierra liberteña. Ciertamente existieron abusos por parte de los administradores, contratados especialmente desde Alemania para manejar los fundos. Como ejemplo basta mencionar que el reloj construido por Luís G. Albrech en la hacienda llevaba una inscripción que rezaba: tace, ora et labora, frases que fueron impuestas también por Luís G. Albrech, que en latín significa ‘calla, reza y trabaja’. Esas frases fueron expuestas hasta cuando se implanto el cooperativismo con la Reforma Agraria. Es verdad también que se ganaba poco y que existía una estrecha –y peligrosa– dependencia hacia los patrones, sin cuyo salario y provisiones, quedaban desvalidas miles de familias. Pero es cierto también que eran tiempos de gran productividad, de trabajo ordenado y de manejo eficiente de los recursos naturales.


Reloj construido y frases impuestas por Luís Albrech. Antes de la reforma agraria la representativa inscripción bajo el reloj de la casa hacienda Casa Grande, "tace, ora et labora”, "Calla, reza y trabaja". Esta foto es de los años sesentas. Casa Grande-Perú. Se conservaban las partes altas de las cuencas, se aseguraba el suministro de agua, la rotación de los pastos y de los cultivos. Se trataba a la tierra con respeto y se la hacía producir intensamente y con cariño. “Antes de ganaba menos, pero todos teníamos trabajo” –comenta don Aurelio mirando los verdes potreros sobre las montañas. “La gente vivía tranquila y feliz. Había mucho para repartir”. Hoy Sunchubamba es apenas un rezago del esplendor de antaño.

LA BUIATRÍA

En 1939 Helmut Kafka inició la inseminación artificial en Casa Grande y Julio Alencastre en Maranga en 1940. En 1943 se creó el Ministerio de Agricultura, con una Dirección de Ganadería. En 1943-46 se inició la enseñanza de Medicina Veterinaria en el Perú. En 1949 se inició la publicación de Veterinaria y Zootecnia, la primera revista nacional privada, vigente hasta la década de los 90. Los pioneros de la Buiatría en el Perú fueron los Drs. Helmut Kafka ( Hacienda Casa Grande), Julio Alencastre y Teodoro Ramos Saco, quienes combinaron sus trabajos de campo con la docencia universitaria.

FERRCOCARRILES DE CASA GRANDE – PERÚ: PUERTO CHICAMA (MALABRIGO) – VALLE CHICAMA

Red ferroviaria que servía a varios complejos azucareros del valle del río Chicama como Casa Grande, Sausal, Roma, Chiclín, Chicama y otros. De propiedad de la Sociedad Agrícola Casa Grande que después se transformaría en Empresa Agrícola Chicama. Era administrado por Gildemeister y Co. De trocha angosta 0.914 ó 1.06 m y una extensión de 304 km incluyendo desvíos y otros servicios. Empezó en 1915 desde Malabrigo. Mediante el ferrocarril Ascope-Trujillo quedaba interconectado a esta ciudad. Llegó a tener hasta 16 locomotoras, incluyendo una diesel, 3 carros de pasajeros y la sorprendente cantidad de 974 carros de carga. En 1950, últimas cifras que hemos hallado, transportó un total de once millones de toneladas. Fue reduciendo su operación con el tiempo y reemplazado por otros medios. La reforma agraria de 1969 afectó al complejo Chicama y los ferrocarriles terminaron por desaparecer completamente.


Hacienda Roma con los Gildemeister


La presente foto estuvo identificada como "Viaje a Casagrande", pero no indica cuál era la procedencia del vehículo. Se puede ver que tres mulas se requerían para mover el vagón, en un tedioso trayecto bajo altas temperaturas y caminos polvorientos. A la izquierda se puede apreciar, otra línea de rieles. (Colección Allen Morrison).


Esta foto muestra un vehículo desplazándose en la ruta de Salinar a Sausal, 20 kms. al este de Casa Grande.


Esta foto, tomada en el Sausal en 1926, muestra el mismo vehiculo y los mismos pasajeros de la foto anterior.


Esta vista fue tomada en la Hacienda Casa Grande en 1927. Los pasajeros parecen ser ejecutivos de la empresa y sus esposas.

Este vehículo parece necesitar pintura y algo que lo pueda hacer funcionar. ¿Los muchachos están listos para empujar o para saltar sobre el vehículo? Los caballos que se ven atrás, no parecen estar equipados como para tirar del vagón. Esta escena fue tomada en algún punto del Valle del Chicama.


Ferrocarriles operados por Gildemeister y Co en 1952. Recorrido km Trocha m

Casa Grande-Sausal 177 - 0.914 Interno hacienda Chicamita 6.4 - 0.914 Interno hacienda Chiquitoy 9.2 - 0.914 Interno hacienda Casa Grande 29 - 1.06 Interno hacienda Roma 21.5 - 0.914 Licapa-Casa Grande 28.5 - 1.06 Puerto Chicama-Licapa 31.4 - 1.06 TOTAL 303.8


Publicado Por: Guillermo E. Pinillos Ll.

domingo, 29 de agosto de 2010

Alfredo A. Pinillos Hoyle

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Revista Mundial
Trujillo, 1920
Las Grandes Figuras del Departamento

Sr. Alfredo A. Pinillos Hoyle




Don Alfredo Pinillos es un hombre representativo. Así lo establece la perfecta armonía de sus brillantes cualidades en rara unión con su hombría de bien, y si esto no fuera bastante, están allí a manera de viviente ejemplo, los hechos de su vida intensa y fecunda. Fruto de noble hogar, en el que el amor juntara el abolengo de dos razas de antagonismo histórico, parece que hubiera heredado de ambas en feliz consorcio, sus grandes virtudes representativas. Así junto a los nobles arranques y a las concepciones heroicas que hacen de cada español un emulo del Cid, exhibe la rectitud y la amplia visión que caracteriza a los hijos de Albión.

El corazón de este hombre excepcional, que se formara en el trabajo, entre las vicisitudes y los sobresaltos de una intensa vida comercial, a que lo llevara a la situación angustiosa de su familia a raíz de la depreciación del billete fiscal, situación que el supo remediar con su dedicación y su carácter, guarda delicados sentimientos que cada vez que la oportunidad se presenta sabe desbordar abnegadamente.

La primera etapa de su vida, dedicada a esta labor de reconstrucción de su patrimonio, modeló su personalidad en la sagrada escuela del amor filial y su sacrificio de entonces fue quizá el campo propicio donde fructificaron sus grandes virtudes. Formado, pues en la lucha, muchas veces vagaría su espíritu en demanda de justicia y su bordón de peregrino de un santo ideal que quebraría en la senda; pero la misión entregada a sus fuerzas y la conciencia de su responsabilidad se erguirían, ayudadas por las nobles rebeldías de su sangre, para enseñarle nuevamente el camino del deber. Y en el perduró.

Por sobre montañas de indiferencia, siguió su camino, seguro de su obra; su planta poderosa pisó el terreno encantado del éxito, pero no olvidó sus sinsabores y sus luchas y de allí su conmiseración para el dolor ajeno y de allí también su magnanimidad y su tolerancia.

Quien supo sufrir irguiendo la cabeza contra el infortunio y quiso y pudo triunfar, había de tener, seguramente, como inseparable atributo, un gran respeto por la ajena desgracia.

Tales empezares, coronados con el éxito rotundo, habían formado una personalidad cuyo radio de acción tenía que extenderse. Ya el deber ampliamente cumplido, tal hombre, medidas sus fuerzas, debía a la sociedad el tributo de su acción, y valientemente, a conciencia de esta nueva obligación, la afronta y lleva a todas partes el acierto de sus iniciativas. También en esta labor, y no podría ser de otra manera para quien tenía por norma el bien, le acompaña el éxito y pronto su situación pública se prestigia y se consolida.

Es desde el alto sitial de Alcalde de Trujillo, y muy joven aún, que empieza a dejarse sentir su acción. Llevado al cargo por una fuerte corriente popular, encauza su poderosa situación por la senda de los intereses de su ciudad y en poco tiempo lleva a la práctica grandes mejoras locales.

Emprende obras de saneamiento y pavimentación, comunicaciones; verifica una nueva numeración en la ciudad, propicia la construcción de baños públicos e inicia los trabajos para establecer el importante servicio de luz y fuerza eléctrica. Revisa el presupuesto municipal y logra mejores rentas. Desde entonces, fue tanto el prestigio de su labor comunal, su consejo y su ayuda son siempre demandados por los que tienen la gestión inmediata de la cosa pública, consejos que nunca escatima en aras de su gran amor por Trujillo.

Después ha ocupado sucesivamente diversos cargos públicos y en todos ellos ha puesto el sello inconfundible de su acción honrada y de su interés por el progreso local. Como Alcalde, Presidente Honorario de la Sociedad Empleados de Comercio, Socio y Sub-director de Beneficencia, y Presidente de la Cámara de Comercio, cargo que desempeña actualmente, ha dejado vivo ejemplo de su constancia, acierto y laboriosidad, preocupándose siempre del engrandecimiento local. Su situación comercial, debido a su propio esfuerzo, es expectable.

La Firma Pinillos, Goicochea & Cia., de la que es propietario y Gerente, ocupa muy alto lugar en el comercio de esta plaza y sus transacciones se extienden a todos los departamentos vecinos. Su inteligente dirección ha colocado a la negociación en estado floreciente, y como muestra de sus sentimientos y del alto concepto que le merece la ajena colaboración y en aras de un avanzado concepto social, ha establecido en su casa la participación de utilidades con sus empleados.

Alguna vez, recibió las solicitudes de diversas circunscripciones del departamento para que fuera a las cámaras a continuar la obra de bien en que estaba empeñado, pero hombre leal en sus decisiones, prefirió declinar ese honor ante la imposibilidad de atender a ese nuevo deber, ya que sus recargadas ocupaciones se lo impedirían. Pero atento siempre a los requerimientos del patriotismo puso de su parte todo interés en que los pueblos tuvieran representantes dignos de ese honor y luchó con ahínco y propició con su entusiasmo las aspiraciones de quienes juzgó capacitados. Y frente a la nueva situación actual, en que sus ocupaciones pueden descansar en la contracción de un hijo laborioso e inteligente, es de desear que su abnegación se muestre nuevamente y preste a la Patria el valioso contingente de su talento y de su carácter.

En el Perú la política tiene sus seducciones y suele deslumbrar a sus elegidos; pero este hombre que ha sabido vivir cincuenta años de vida intachable, sin doblegar jamás las energías de su espíritu, está preparado para esa lucha decisiva y de mas amplios horizontes. El carácter, la rectitud y el talento, unidos a su patriotismo, en rara conjunción, harán que sea fructífero al país su paso por la peligrosa senda sin que las zarzas del camino se enreden a sus pies.

Abandonemos al hombre público y al comerciante para penetrar en su vida social. Don Alfredo Pinillos, extensamente vinculado en el país, es en Trujillo una figura de primera magnitud. El crédito de su labor pública y su generosa conducta y sus dotes de correcto caballero, le han llevado a colaborar en todas las obras de carácter particular que se han iniciado en Trujillo.

Es presidente de la Junta de Progreso local, institución privada, dedicada al embellecimiento de la población, y cuyos fondos están constituidos por donativos particulares; presidente de la Junta encargada de la construcción del camino a Quiruvilca, importantísima obra que se lleva a cabo con gran entusiasmo, y cuya finalidad en orden al progreso departamental es evidente por el fácil intercambio que ella establecerá entre la costa y la sierra; y como miembro de la Comisión del Centenario de la Independencia, próximo a celebrarse, dirige la inversión de los fondos que ha donado don Victor Larco Herrera con ese objeto y que asciende a Lp. 10,000.

Preside también el primer centro social de Trujillo, el Club Central, cargo que desempeña hace muchos años y en el que siempre es reelegido. Nacido Don Alfredo Pinillos del matrimonio de Don Máximo Martínez de Pinillos y de Bracamonte y de Doña Josefina Hoyle Moreno, descendientes de nobles familias de ilustre abolengo español e inglés, respectivamente, tuvo en su sangre la simiente de sus grandes virtudes, y supo hacerles el homenaje de continuarlas haciendo honor al preclaro nombre que le legaron.

La tradición de su hogar, en el que penetramos respetuosamente, ha sido continuada. La distinguida matrona que le acompaña hoy en esta senda florida de su bienestar y su prestigio, la señora Elisa Goicochea y Pol, nacida también en ilustre cuna, y los frutos de su amor, entre los cuales ya apuntan algunos que constituyen una esperanza, son el mejor premio que ha podido alcanzar quien recorrió familiarmente el camino del honor y el deber, y buscó siempre en la vida, como norte de sus aspiraciones, honrar los prestigios de su abolengo y labrar el bien colectivo.

Ampliamente cumplida su obra que continúa aun con idéntico entusiasmo, su personalidad ocupa lugar preferente en la galería de las grandes figuras nacionales.

Aramburú y S.


Reseña biográfica del autor de la nota:

Hijo de una de las luminarias del periodismo peruano, Andrés Avelino Aramburú Sarrio, y de Agripina Salinas y Cossío (hija del entonces fallecido Alcalde de Lima Antonio Salinas y Castañeda). Andres Avelino Aramburú Salinas, casado con Emilia Menchaca Figari, fueron padres de Andrés, María, Rosa, Carlos, Javier y Ernesto Aramburú Menchaca.

Dirigió el semanario Actualidades desde 1907 hasta su cierre en 1909. Suspendida también la edición del diario La Opinión Nacional (1914) tras cuatro décadas de fructífera labor, reanudó su publicación como revista, pero no alcanzó muy larga vida debido a las dificultades ocasionadas por la Primera Guerra Mundial.

Fundó la revista Mundial, que dirigió entre 1920 y 1931, semanario ilustrado que fue una de las publicaciones que marcaron el nacimiento del periodismo moderno en el Perú, tanto por su diseño gráfico como por su contenido. Tuvo gran acogida y se convirtió en la más importante publicación periodística peruana de la década de 1920. Andrés A. Aramburú Salinas fue un fino cronista que supo combinar la galantería y la sátira, y que jamás lesionó la dignidad ajena. Cualidad ésta muy rara entre los periodistas.

Podemos considerarle también como uno de los primeros periodistas profesionales del Perú, pues su caso no fue el de un intelectual que se acercó al periodismo con una finalidad política o cultural, sino la de un periodista en el pleno sentido de la palabra que realizó a plenitud su vocación profesional.



Publicado por: Guillermo E. Pinillos Ll.

sábado, 28 de agosto de 2010

Genealogía

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Genealogía

L
a genealogía es tan antigua como la familia, pudiera decirse que nació con ella. Desde siempre, hemos honrado a nuestros padres, con cuya palabra quería significar a nuestros ascendientes; de otro lado, un mutuo y recíproco amor unía, hasta más allá de la muerte, a padres e hijos, abuelos con nietos, a ascendientes con los descendientes, y parientes de un linaje.

De aquí que la Genealogía la encontremos en todos los pueblos de la antigüedad como hecho fundamental, no sólo para regular los derechos meramente privados y familiares, sino para gozar de los mismos derechos públicos, como eran los cargos religiosos y militares de las tribus, y con mayor razón para el de jefe de ella, sobre todo desde que esta jefatura se hizo hereditaria, convirtiéndose en monarquía.

Genealogía en la India, Egipto y Grecia

En la India se conservaban cuidadosamente las genealogías: una princesa no podía buscar marido sino entre los que probaban descender de una familia soberana, es decir noble.

En Egipto, cuya primera y segunda nobleza la formaban, respectivamente, los sacerdotes y guerreros, se sucedían genealógicamente en sus oficios; privilegio de los guerreros era que entre ellos había de elegirse el Faraón, cuyo poder pasaba al primogénito, y después a su hijo, y así sucesivamente, y cuando esta línea directa fallaba, pasaba a los hermanos y hermanas, formando así las Dinastías, de las que se cuentan hasta treinta y dos, que llenan 3.300 años anteriores a J. C. La última dinastía fue la de los Ptolomeos, que tuvo fin con la célebre Cleopatra. Los nombres de cada Faraón se esculpían en los monumentos para que no se olvidaran nunca, de los cuales se borraban si en el "Juicio de los muertos", que se hacía ante cuarenta jueces que por haber dejado de temerle, calibraban sus virtudes y sus vicios.

En la antigua Grecia, que distinguía clases aun entre sus divinidades, calificando de dioses nobles o celestes a los principales, la Genealogía se manifiesta con pujanza en sus reyes -que sucedían en el trono, por herencia, salvo cuando el oráculo les era adverso-, en la nobleza y en los héroes, a los que se ligaba por vínculos de parentesco con los propios dioses. Ulises, el héroe de la guerra de Troya, era hijo de Laertes, que tomó parte en la expedición de los Argonautas, nieto de Arcesio y segundo nieto de Júpiter, padre y rey de los dioses.

Los romanos, pueblos del Norte y Asia

Los romanos muestran su interés genealógico no sólo en lo religioso, sino también en lo jurídico y en lo social. En el Derecho son muchas las instituciones en que interviene el parentesco, y los parientes se clasifican en agnados y cognados, según que genealógicamente vengan por línea de varón o por línea de mujer. En lo social, la población de los primeros tiempos se divide en dos clases: patricios y plebeyos; los primeros se agrupan en diez curias, formadas por diez gens -parentelas o linajes- cada una. Rómulo, fundador de Roma, procedía de la gens Julia, cuyo origen está en Julo, hijo de Aeneas. El jefe de la gens extiende su autoridad sobre todos los miembros del linaje, del mismo modo que el pater familiae la tiene absoluta sobre todos los que viven en la casa.

En medallas conmemorativas e inscripciones se hace con frecuencia una sucinta relación genealógica del personaje que recuerda.

Pero tanto en Grecia como en Roma la nobleza que pudiéramos llamar de sangre: eupátridas, de aquélla, y patricios, de ésta, tenían sus árboles genealógicos, a los que añadían elementos no auténticos para enlazar sus genealogías, hasta unirlas con una divinidad, dando a entender de este modo la gran antigüedad de su linaje.

En los pueblos del norte, normandos y vikingos, se cultiva y aprecia también la genealogía, los vikingos lo muestran en sus cantos guerreros, y para los normandos se considera más distinguidos y son más apreciados los hombres de los que se conocen varias generaciones de antepasados.

En China, Persia, Asiria y Babilonia, Israel y otros pueblos del Asia, la Genealogía forma parte de su esencia y modo de vivir.

El pueblo hebreo

El pueblo hebreo es eminentemente genealogista; la única y más completa cronología de la Biblia es la ciencia genealógica.

La genealogía siempre tuvo importancia en el pueblo de Dios porque la familia fue eje de su preocupación y de su vida, pues anunciado por Patriarcas y Profetas que el Mesías, redentor del género humano, había de nacer del propio pueblo, todos trataban de tener al día la más detallada y completa historia genealógica de su linaje, en espera de que el Hijo de Dios -que era el Dios mismo- se dignara engrandecerle con su nacimiento.

Esta era la razón por lo que anhelaban los hebreos tener numerosos hijos, así su descendencia sería larga y no se extinguiría en muchos siglos; por dicha razón, también las bodas eran solemnizadas por toda la tribu, y se cuidaba del esposo para asegurar la sucesión, quedando dispensado de todos los servicios personales y de la milicia durante un tiempo prudencial. Este proceder contrastaba con el de los cananeos, moabitas y armonitas, cuya religión les hacía inmolar a los dioses sus propios hijos, o con el de otros pueblos orientales, que mutilaban a los varones.

Las genealogías de los hebreos son, en gran mayoría, por consanguinidad, de varón a varón por la línea de los primogénitos, pero también las hay de colaterales; son notas características de ellas, en que son pocas las que se hacen de las mujeres, a las cuales se cita con relativa frecuencia en aquéllas, sobre todo en casos como el de Jacob, progenitor de las doce tribus de Israel, cuyos hijos descendían de distintas madres: Lía, Zelfa, Raquel y Bala. También conviene hacer notar que no se ponen todos los hijos en las genealogías, sino sólo aquellos que se juzga necesario para poder seguir ordenadamente las sucesiones antidiluvianas de Adán a Noé por líneas de sus hijos Caín y Set, y las postdiluvianas de Noé hasta Abraham, y de éste al Mesías, o sea la descendencia por línea de Set, la cual se desparrama por los doce linajes de Israel. También es de notar que a los yernos se les llama hijos, costumbre que dura hasta los mismos Evangelios: San Lucas dice en el suyo que San José era hijo de Elí a causa de haberse desposado con María, hija de Elí. También debemos hacer notar la duplicidad de nombre para una sola persona que figura en las genealogías que de Jesucristo hacen los Evangelistas San Mateo y San Lucas, y la omisión que deliberadamente hace el primero de cinco antepasados del Señor.

La medida de la importancia que el Pueblo de Dios daba a la Genealogía la da el sólo considerar que once capítulos del Génesis, que comprenden dos mil años y nos llevan desde Adán hasta el Patriarca Abraham, lo llenan los demás pueblos de la tierra con infinidad de dioses y leyendas. También nos muestra su preocupación genealógica en muchos versículos de los Libros Sagrados: en el Eclesiastés se lee: Beatificamus eos viros glorios e parentes nostro in generationem sua, que tomó por divisa el antiguo y noble Solar de Tejada. No comparezcas en juicio contra tu propia sangre, No injuries a tu padre, todos estos versículos fortalecen y honran al linaje de que se desciende.

El pueblo árabe

El pueblo árabe parece que se formó con los descendientes de Katán, hijo de Heber y nieto de Sem, y con los de Ismael, hijo de Abraham, que pasaron a la península de Arabia. No se conoce con detalle la historia y costumbre de estos pueblos, pero influidos por la dura vida del desierto, su afición al comercio por medio de caravanas y el haber establecido la poligamia, les hizo olvidar la práctica de formar las genealogías de sus linajes. Pero cuando Mahoma hizo en el siglo VI, después de Jesucristo, su reforma religiosa, escribiendo en el Corán los dogmas y leyes de la misma, se inició cierta tendencia a conservar el recuerdo de los linajes que descendían del Profeta, y estas genealogías siguen hoy conservándose, principalmente entre los jefes de los Estados musulmanes: el sha de Persia, el rey de Arabia o el sultán de Marruecos, si han alcanzado sus respectivos tronos, es por saberse con certeza que son descendientes de Mahoma.

Los pueblos americanos

Los pueblos americanos, en tiempos anteriores a su descubrimiento por Cristóbal Colón, conocieron y aplicaron la genealogía, sobre todo los más adelantados, como los imperios Maya e Incaico, de Méjico y Perú respectivamente.

En el último, el germen social fue el clan, que agrupaba alrededor de la madre o de la abuela todos los descendientes consanguíneos, el cual evolucionó al ayllu, en el que además de la sangre les unía la protección del mismo tótem.

Este gobierno patriarcal lo ejercía la madre, abuela o bisabuela, representada por su marido, su hijo o su hermano, que era el jefe civil y tomaba el nombre de Inca, que quiere decir "único señor"; la jefatura militar la ejercía el Sinchi, que ejercía su cargo para casos de guerra o de emigración, y por ello, de modo temporal.

Estos cargos de Inca o Inga, de Sinchi y el de Sacerdote del Sol se transmitían genealógicamente por línea de los primogénitos, salvo que careciendo de él o no siendo apto se daban por elección, pero siempre dentro del linaje o ayllu.

Los Incas se casaban con las hermanas o sobrinas para mantener la raza pura, y ésta era su esposa legítima, a la que llamaban Mama-Coya, aunque también tenían concubinas o Sipa-Coyas, que descendían del linaje, y Mama-Cunas o mujeres de ayllus que no eran del ayllu real, los hijos de ambas, eran tenidos por bastardos. También los Reyes de Méjico practicaban la endogamia.

El ayllu real de los Incas del Perú era el Chima-panaca, y sus descendientes se sucedieron a través de dos distintas dinastías de reyes: los Hurin y los Hanan Cusco. El fundador de la primera dinastía fue Manco Capac, al que su madre -según la leyenda- colocó petos y diadema de oro, y llevándole sobre un cerro, el reflejo solar le convirtió en un ascuas refulgente, por lo que el pueblo le consagró y adoró como Hijo del Sol. Este Inca fundó el año 1043, después de J. C., la ciudad del Cuzco; manda construir el Templo del Sol, y el oro que le representa es a la vez símbolo de la religión y blasón de la Nobleza.

Las historias y genealogías de los Incas se guardaban en el santuario de los Poques, que fue dedicado al Sol. Según nos dice el Notario Ruiz de Navamel, "estaban escritas y pintadas (bordadas) en cuatro paños los bultos de los incas, con las medallas de sus mujeres y ayllus; en las cenefas, la historia de lo que sucedió en el tiempo de cada uno de los incas".

Estos paños, cuyo paradero se ignora, se remitieron por el virrey don Francisco de Toledo a los Reyes de España. El cronista Antonio de Herrera reprodujo estos retratos en la portada de su "Década V". El año 1571 dicho virrey hizo una información para saber los indios nobles, de la que resultó que quedaban muchos descendientes de los ayllus de los Incas, y algunos se casaron con linajudas familias españolas; así, doña Beatriz Clara Coya, que fue mujer de don Martín García Oñez de Loyola, y que fueron progenitores de los Marqueses de Oropesa, era hija del Inca Sairitupac Yupangui y de su hermana María Cosi Guacay y nieta del Inca Manco II. También el Ducado de Atrisco y el Condado de Moctezuma se concedieron a descendientes del Emperador de Méjico Moctezuma.

Continuando con la evolución doctrinal e histórica de la Genealogía, se puede decir que después del nacimiento de Cristo la Genealogía decae, pues los hombres se identifican ya más por su nombre y apellido -nomen gentilitium de los romanos-, cuya forma, aunque con las consiguientes modalidades idiomáticas, se aplicaba en casi todos los pueblos. Ya no hacía falta, como se a visto al tratar de los hebreos, decir quién era el padre, el abuelo, el bisabuelo, etc. Aunque si se observa la ley que regía a la formación de los apellidos patronímicos, se reconoce que en ellos, en forma comprimida, se da una corta genealogía que se logra continuar por varias generaciones; así, Pero Rui era tanto como decir "Pedro hijo de Rodrigo", y si al padre de éste se le conocía por Rui Dia, en definitiva se venía a saber cómo aquél era "Pedro hijo de Rodrigo y nieto de Diego".

Pero este decaimiento genealógico afectó principalmente al vulgo, a la masa, a la población plebeya, que quedaba mejor identificado añadiendo a su nombre el apodo o mote que le habían puesto sus vecinos, pero afectó muy poco o nada a la nobleza, para la cual, al final del siglo XII, tenía interés positivo el conservar las prerrogativas, honores y derechos que durante siglos había conseguido. Para poderlos gozar había de saberse con certeza que la nobleza les venía de sus antepasados; así podían entrar al servicio de la persona del rey, desempeñar cargos de honor, y en la milicia, los mandos más elevados; acudir, unidos a otros, formando el "brazo noble", a las Asambleas legislativas o Cortes, participando en cierto modo del ejercicio del Poder. Todo esto no sólo elevaba y daba más categoría social a su persona, sino que hacía más resplandeciente y noble su linaje, con lo que se beneficiarían sus descendientes.

Pero lo que no cabe duda es que el uso del nombre y apellido, generalizado por completo en la Edad Media, hizo a la genealogía más precisa, si bien aún faltaba claridad en los casos en que un hijo tomaba por su apellido el de la madre, o en el del fundador de un mayorazgo que para gozarle hubiera impuesto como carga el uso de su apellido y armas.

En tiempos más cercanos a nosotros, en los albores de la Edad Moderna, la Genealogía comienza a desarrollarse sobre bases más ciertas, ya que desde finales del siglo XV, y más extensamente en el XVI, se puede hacer constar con fechas exactas los actos principales de la vida de los descendientes de un linaje. Debemos a la Iglesia este avance; es en los libros sacramentales de bautismo, casamiento y defunción, que como obligatorios dispone llevar el Concilio de Trento, donde se toma razón de estos actos.

La Genealogía moderna aparece en el siglo XVI y siguiente; con el Renacimiento nace el humanismo, es decir, el interés de todo aquello que se refiere al ser humano, y entre esto está el mejor y más verdadero conocimiento de sus antepasados y de sus sucesores. Surgen entonces las genealogías de los reyes, que pueden seguirse hasta más lejos por existir más datos, y aparecen grandes genealogistas: en Alemania, Ritteshausen; en España, Salazar y Castro; en Francia, Menestrier; en Inglaterra, Dugdale; en Suiza, Harold, etc.

Refuerza tan notable adelanto la instauración en 1870 del Registro del Estado Civil, siempre desde su creación en continuo perfeccionamiento.

Sin embargo, a pesar de estos avances, la Genealogía, desde el siglo XVIII, venía perdiendo prestigio. Ya se han indicado algunas causas que influyeron en su decadencia; pero decadencia es cosa muy distinta a descrédito, pues éste siempre es debido a falta de confianza, y para ser sinceros hemos de reconocer que los genealogistas, para adular y saciar el orgullo y vanidad de los hombres, no reparaban en dar por cierta la fábula, exagerar los hechos o falsearlos. Contra esta Genealogía y cuantos la cultivaban se hizo tan mal ambiente, que no puede extrañarnos que un diccionario tan conocido y prestigioso como el "Larousse" la definiera como ciencia "que inventaba las fábulas más absurdas", y que la frase "Mentir como un genealogista" fuera corriente en la conversación.

En la actualidad

Afortunadamente en la actualidad los adelantos de las ciencias y el sentido común y desinterés de cuantos aplican y se ocupan de la Genealogía han superado aquel desprestigio, operándose en esta ciencia un renacimiento que, contra lo que pueda creerse, no es volver a las formas o métodos clásicos, que ya no sirven para cumplir bien y honradamente su fin, sino "que la Genealogía vuelve a nacer".

La ciencia genealógica que nace apenas si le queda algo de la antigua, ni en sus procedimientos, ni en sus fines; aquéllos son más veraces, más científicos; éstos son más ambiciosos, más amplios. Hoy es la Genealogía como la soñaron Ritteshausen, Imbof y Spene en Alemania, Dugdale en Inglaterra y Salazar y Castro en España; pero no sólo éstos, que eran eminentemente genealogistas, han contribuido a su renacimiento: literatos como Emilio Zola e Ibsen nos hablan en sus obras de taras hereditarias, de degeneraciones producidas por el ambiente y tren de vida, del daño que los vicios y enfermedades de los antepasados pueden hacer a las generaciones que tienen que venir, y por ello los biólogos se interesan y se ensancha hasta un horizonte que se pierde el valor que la Genealogía tendrá para el futuro.

Ya no se limita nuestra ciencia a ser auxiliar de la Historia, porque hoy es ya el campo de experimentación y al mismo tiempo piedra fundamental de muchas ciencias, entre ellas de la Estadística, de la Biología, de la Genética, de la Medicina, de la Zoología, de la Botánica, del Derecho y hasta de ciertas partes de las ciencias exactas, y ya empieza a invadir terrenos de la Técnica.

Para cumplir la misión que le espera, la Genealogía tendrá que hacerse más completa y proporcionar datos que hoy no se le exigen y hasta se creía que no podían interesar.

Fijémonos, por ejemplo, en los que proporcionan las inscripciones de matrimonio de nuestro Registro del Estado Civil: nombres, profesión, domicilio y nacionalidad de los contrayentes; la fecha y lugar de su nacimiento; nombres de los padres; fecha, lugar y sacerdote oficiante del matrimonio canónico, y fecha de la inscripción en el Registro.

Con los datos anteriores no es posible sacar consecuencias de ninguna clase de un acto que se celebra generalmente en la edad más vigorosa de los contrayentes; se necesitaba añadir los datos referentes a la estatura, peso y círculo torácico, las características de la cabeza y cara: color del pelo y de los ojos, forma de nariz, boca y orejas; enfermedades, defectos corporales, con determinación si provienen de herencia o de accidente, y otros datos que personas capacitadas para ello habrían de determinar.

Sólo así la Genealogía será útil.


Bibliografía empleada "APUNTES DE NOBILIARIA Y NOCIONES DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICA"; primer curso de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, lecciones pronunciadas por Francisco de Cadenas y Allende, 2ª ed., Madrid, Hidalguía, 1984. "CON NOMBRE Y APELLIDOS"; por José Luis Sampedro Escolar, Madrid, Ediciones Martínez Roca, S.A., 1999. "TRATADO DE GENEALOGÍA, HERÁLDICA Y DERECHO NOBILIARIO"; Madrid, Instituto Salazar y Castro, 2001. "TRES ESTUDIOS INTRODUCTORIOS AL ESTUDIO DEL PARENTESCO"; por Aurora González Echevarría y otros, Bellaterra, Univ. Autónoma de Barcelona, 2000. "NUEVA ENCICLOPEDIA LAROUSSE"; Barcelona, Planeta, 1981-1992, 13 vols. "GRAN ENCICLOPEDIA UNIVERSAL"; Bilbao, Asuri, 1988-1995, 30 vols.
Publicado por: Heraldaria

Origen y Evolución de Los Apellidos

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Origen y Evolución de los Apellidos

L
a Real Academia Española define la onomástica, en una primera acepción, como perteneciente o relativo a los nombres y especialmente a los propios. En una segunda acepción como ciencia que trata de la catalogación y estudio de los nombres propios. En una tercera acepción como día en que una persona celebra su santo.

La Real Academia Española define apellido en una primera acepción, como nombre de familia con que se distinguen las personas; como Córdoba, Fernández, Guzmán. En una segunda acepción como sobrenombre, o mote.


Formación de los apellidos hereditarios

La función del apellido no es sino la de servir de complemento al nombre de pila para evitar confusiones. En origen, los apodos u otro tipo de denominaciones hacían el papel de apellido, con distintivos tales como "Pedro el hijo de Antonio", "Juan el del Puente", "Luis el Zapatero", etc. Es evidente que la repetición de los nombres de pila hizo necesario el uso de un segundo nombre para distinguir a individuos con el mismo nombre de bautismo.

Probablemente, uno de los recursos más antiguos haya sido el uso de algún apodo o mote además del nombre de nacimiento. Es interesante observar cómo, sobre todo en las zonas rurales, todavía está muy arraigada la costumbre de llamar a una persona mediante un apodo, y es significativo comprobar cómo éstos se heredan. Esta costumbre nos ayuda a entender mejor cómo se hicieron hereditarios los segundos nombres o apellidos.

La fijación de los apellidos empieza con la difusión del uso de documentación legal y notarial a partir de la Edad Media. Los notarios y escribanos medievales empezaron a tomar la costumbre de hacer constar, junto al nombre de pila de los interesados, el nombre de su padre, su apodo o sobrenombre, profesión, título o procedencia. En un principio sólo hallamos documentados los casos de cargos eclesiásticos o de personajes de la alta sociedad; posteriormente, el uso de documentos notariales o parroquiales se extiende al resto de la población, lo que terminará reforzando el uso de un distintivo que, añadido al nombre de pila, acabará por convertirse en lo que hoy es el apellido hereditario.

Es probable que el uso del apellido empezara a extenderse a partir de los siglos XI o XII, cuando el constante empobrecimiento de la onomástica hizo preciso el uso de un segundo nombre. En la Edad Media, al igual que ocurre todavía hoy en día, los nombres de pila o de bautismo respondían a modas y a la necesidad de imitar los nombres de las clases dominantes, de personajes famosos o de santos muy venerados (razón ésta muy importante en la Edad Media), lo cual terminó reduciendo el abanico de nombres escogidos para el recién nacido.

En los reinos de Navarra, León y Castilla, empezó a ser costumbre añadir al nombre del hijo el del padre más el sufijo "ez", que venía a significar "hijo de"; por ejemplo, Pedro Sánchez quería decir "Pedro hijo de Sancho". Esta costumbre debió limitarse en principio a familias de la alta sociedad, pero sin duda posteriormente se hizo extensible, por imitación, a estratos más populares, como se deduce del hecho de que los apellidos en "-ez" sean en la actualidad los más abundantes en España. Pero no todo el mundo usó este patronímico; otros usaron simplemente el nombre del padre en su forma regular, como se ve en apellidos como Nicolás, Bernabé o Manuel, a veces anteponiendo la preposición "de" para marcar filiación y también para distinguir el nombre de pila del nombre patronímico. Pero hubo otras maneras de formar el segundo nombre o apellido, como la de añadir el lugar de origen o residencia del individuo, su oficio o cargo, un apodo, etc., como se verá más adelante.

Parece que es entre los siglos XIII y XV cuando empieza a extenderse a todos los estratos sociales la costumbre de hacer hereditario el segundo nombre, la que hoy llamamos apellido; no cabe duda de que una familia propietaria o arrendataria de unas tierras, por pequeñas que fueran, tenía interés, sobre todo de cara a la documentación legal y notarial, en hacer constar un nombre hereditario como nombre de familia ligado a la posesión sucesoria. Por otro lado, sabemos que en la Edad Media las profesiones solían ser hereditarias, sobre todo en las poderosas asociaciones gremiales; de esta forma, era fácil que en los documentos notariales, comerciales o parroquiales el oficio del individuo quedara adherido al nombre; así, un Pedro zapatero (es decir: Pedro, de oficio zapatero) le transmitía a su descendencia la profesión, terminando por convertirse el nombre de la misma en un apellido hereditario, y si las personas del pueblo heredaban las profesiones, los nobles heredaban sus títulos, y un Andrés hidalgo o un Javier caballero (es decir, con títulos de hidalgo y de caballero, respectivamente), tendrían que transmitirles esos mismos títulos a sus hijos, que terminarían por apellidarse Hidalgo o Caballero. De todos modos, en la Edad Media la adopción de nombres y apellidos era un acto completamente voluntario, y sorprende observar en la documentación medieval que los cristianos podían llevar segundos nombres musulmanes o judíos, y viceversa, e incluso los sacerdotes podían ostentar, sin que esto supusiera ningún problema, apellidos islámicos. Había, pues, libertad casi absoluta en la adopción del apellido, pudiéndose elegir, entre los de los ascendientes, los apellidos que más gustaban por parecer más bonitos o respetables, por motivos de afecto hacia tal o cual familiar, etc. Es evidente que, a lo largo de tantos siglos durante los que el uso del nombre no estuvo sujeto a ninguna regla precisa, se produjeron multitud de formas y variantes, procedentes del gusto o la fantasía de las personas, del criterio ortográfico de cada notario y escribano, del uso lingüístico y acento de cada localidad, etc.

En el siglo XV ya se hallan más o menos consolidados los apellidos hereditarios, ello gracias, en parte, a la obligatoriedad (por iniciativa de Cisneros) de hacer constar en los libros parroquiales los nacimientos y las defunciones. De todas formas, conviene saber que, sobre todo en las zonas rurales y entre la gente más humilde, la norma actual del apellido paterno hereditario no se fija definitivamente hasta el siglo XIX, en el que la burocracia estatal empieza a hacer obligatorias las leyes onomásticas. En 1870 surge en España el Registro Civil, que es donde se reglamenta el uso y carácter hereditario del apellido paterno y donde queda fijada la grafía del apellido, salvo errores de los funcionarios.


Clasificación de los apellidos

Los sobrenombres que sirvieron para formar los actuales apellidos se pueden clasificar fundamentalmente en 6 categorías:

1. Apellidos patronímicos.- Un procedimiento muy común en todas las comunidades humanas ha sido el de especificar el nombre del padre para establecer distinciones entre personas con el mismo nombre de pila, como por ejemplo "Antonio el hijo de Pedro", y esto se comprueba aún hoy en día, sobre todo en las zonas rurales. Así pues, en el ejemplo Antonio, el hijo de Pedro se llegó por economía de palabras al resultado Antonio el de Pedro o Antonio de Pedro, y llegó un momento en que, al adherirse naturalmente al nombre del hijo el del padre (en algunos casos de la madre), éste terminó convirtiéndose en apellido hereditario. Así se explican los numerosos apellidos actuales procedentes de nombres de bautismo como Juan, Nicolás, Marcos, Antonio, etc. No faltan casos en los que la preposición "de" se conservó o se añadió posteriormente para evitar que se confundiera el apellido con el nombre de bautismo, de manera que no son infrecuentes ejemplos como De Miguel, De Nicolás o De Tobías, en los que la presencia de la preposición no indica origen noble, como creen algunos erróneamente.

El apellido procedente del nombre del padre es, con diferencia, el caso más frecuente; de hecho, los abundantes y españolísimos apellidos terminados en "-ez", como Sánchez, Gutiérrez, etc., no son sino apellidos procedentes del nombre del padre (respectivamente, de Sancho y Gutier o Gutierre).

2. Apellidos toponímicos.- La costumbre de apellidarse con nombres de localidades viene de antiguo y podemos citar a Thales de Mileto (640 A.C. en Mileto), Pitágoras de Samos (580 A.C. en Samos), etc. Los lugares de donde procedían los individuos, donde vivían o de los que eran propietarios, han sido siempre un formante importantísimo de apellidos. Aquí también se produjo el mismo proceso ya mencionado en el que un José el Soriano, o un Ramón de Albacete, terminaron siendo José Soriano, o Ramón Albacete, aunque en casos como éstos es frecuente que se conserve la preposición "de".

Los nombres que designan lugar de origen o de residencia son muy variados y van desde el nombre de un país o región hasta el de un riachuelo, una pequeña propiedad o una construcción. Así las cosas, hablamos de apellidos procedentes de "topónimos menores", es decir, de nombres de fincas rurales, partidas, montes, barrancos, etc., y de apellidos surgidos de "topónimos mayores", esto es, de nombres de núcleos de población, comarcas, regiones, países, grandes ríos, etc. No hay duda de que los apellidos formados desde topónimos menores, es decir, nombres como De la Fuente, Del Río, etc., fueron usados en un principio entre los habitantes de una misma localidad o municipio donde sólo existía una fuente, o un río. También los nombres de las partidas rurales dependientes de un mismo pueblo o aldea servían para dar apellidos; de ahí vienen muchos apellidos alusivos a vegetales, como Del Pino, Castaño, etc., porque el individuo en cuestión residía en la partida de nombre El Pino, El Castaño, etc.

También de nombres de partidas, y no necesariamente de apodos, proceden muchos zoónimos, como Buey o Caballo, porque los individuos en cuestión residían en la partida o lugar de nombre El Buey, El Caballo, etc. Asimismo, de nombres de partidas proceden los apellidos alusivos a edificios y construcciones (Corral, Cabaña, etc.). En un mismo pueblo, el lugar donde estaba ubicada la casa de un individuo servía para dar apellido, como se desprende de documentos medievales donde aparecen "apellidos" como Antonio del callizo, Juan de la plaza, etc. También servía para formar apellidos el lugar de residencia aludido en función de su situación relativa, como de allende, de arriba, de abajo, etc.; y así, un Pedro de allende el río terminaba siendo Pedro Allende, o un Juan de arriba la puente se quedaba como Juan Arriba. En lo que concierne a los apellidos formados desde topónimos mayores, es decir, a partir de nombres de ciudades o pueblos, éstos ya implicaban un hecho migratorio. Es significativo descubrir la procedencia de quienes repoblaron zonas reconquistadas a los árabes a partir de la antroponimia. Por ejemplo, son frecuentes en la zona de Madrid, Castilla-La Mancha y Andalucía los apellidos procedentes de poblaciones castellano-leonesas, así como en Valencia lo son los apellidos que proceden de poblaciones catalanas y aragonesas, pues sabemos que, tras la conquista de Valencia por Jaime I de Aragón, fueron gentes originarias de Cataluña y Aragón las que repoblaron la mayor parte de la actual Comunidad Valenciana. También es significativa la gran cantidad de apellidos catalanes castellanizados en la zona murciana, que ponen de manifiesto la importante repoblación que los catalanes llevaron a cabo en el reino de Murcia. En ello se demuestra que a los colonos que tomaban posesión de las nuevas tierras, el escribano los matriculaba utilizando como apellidos las poblaciones de donde provenían. Un porcentaje muy alto de los apellidos actualmente existentes en España proceden de nombres de poblaciones, lo que implica una intensa actividad migratoria en tiempos medievales.

Establecer una clasificación más o menos completa de topónimos formantes de apellidos sería muy complejo, no obstante, podemos hacer la siguiente clasificación:

a) Apellidos procedentes de gentilicios, nombres de países, regiones, ciudades o pueblos: España, Francés, Catalán, Aragón, Aragonés, Almagro, etc.

b) Apellidos procedentes de nombres comunes de núcleos de población: Aldea, Barrio, Villa, etc.

c) Apellidos procedentes de nombres comunes de edificios y construcciones varias: Torres, Castillo, Corral, Puente, Iglesia, Cabaña, etc.

d) Apellidos procedentes de nombres de accidentes hidrográficos: Ebro, Segura, Río, Torrente, Ribera, Fuentes, etc.

e) Apellidos procedentes de nombres comunes referentes al relieve y composición del terreno: Sierra, Monte, Valle, Cueva, Peña, Roca, etc.

f) Apellidos procedentes de nombres referentes a la vegetación: Encina, Perales, Manzano, Fresneda, etc.

3. Apellidos procedentes de oficios, cargos o títulos.- Esta categoría obtiene el tercer puesto en importancia, y son muchos los apellidos relacionados con la iglesia, la nobleza, el ejército, la artesanía, el comercio, la agricultura, la ganadería, etc. Los cargos eclesiásticos, como abad, obispo, capellán o sacristán, han dado origen a abundantes apellidos, lo cual puede resultar sorprendente si suponemos a los hombres de iglesia célibes, como hoy en día, pues no se entiende la razón de apellidos hereditarios en un estamento que, supuestamente, no puede tener descendencia. Los motivos para su formación pudieron ser varios; en su mayor parte, estos linajes se formaron a partir de apodos relativos a muy diversas circunstancias: personas muy beatas, solitarias o castas, o que habían abandonado el hábito religioso, o lo habían vestido en cumplimiento de algún voto, o habían sido monaguillos, o servían en un monasterio, sin por ello haber profesado, o vivían en las cercanías de un convento o iglesia, etc. También debió de ser costumbre aplicar estos apodos a los familiares de eclesiásticos. No obstante, tampoco podemos descartar que tales linajes descendieran por línea consanguínea de quien ostentaba tal cargo. Si bien la Iglesia católica defiende el celibato de sus ministros muchos de ellos ya estaban casados cuando tomaban el hábito y así seguían, y otros en su soltería, llevaban una vida sexual activa con lo que muchos de ellos tenían hijos naturales, y no por ello eran expulsados de la iglesia. Esta situación cambió en 1123, fecha del Primer Concilio de Letrán, en el cual el papa Calixto II condenaba la vida en pareja de los sacerdotes y obligaba a los mismos al celibato. La norma tuvo poca eficacia, puesto que en 1139 se vio obligado a insistir en ella el papa Inocencio II en el Segundo Concilio lateranense, haciendo lo propio Alejandro III en el Tercer Concilio de Letrán, donde finalmente la norma conciliar pasó a formar parte del código de derecho canónico.

Incluso entonces, existió la llamada renta de putas, consistente en una cantidad que los clérigos debían abonar al obispo cada vez que incumplían el voto de celibato, costumbre que se mantuvo hasta el año 1435, fecha en que finalizó el Concilio de Basilea, en el que se decretó la pérdida de los ingresos eclesiásticos a todo clérigo que no abandonase a su concubina.

El Concilio de Trento (1545-1563) implantó definitivamente los decretos de los tres concilios lateranenses y determinó la prohibición de admitir en el seno de la Iglesia a hombres casados. Todo ello indica que, los linajes alusivos a cargos eclesiásticos debieron de originarse a partir de apodos referentes a hijos ilegítimos de sacerdotes.

En cuanto a los apellidos procedentes de títulos nobiliarios como duque, conde, o rey, no deben hacemos pensar necesariamente en una relación con individuos que ostentasen tales títulos o cargos; lo más probable es que, en la mayoría de los casos, se tratara de motes o apodos. En efecto, si una persona era arrogante, altiva, etc., se le apodaba rey, conde, etc., motes que todavía hoy se aplican. También se podía apodar así a una persona que servía en la corte del rey o en casa de un conde, así como a alguien que tuviera algún parecido físico con el rey o el señor local. Lo cierto es que pudieron existir muchas otras causas surgidas de la imaginación popular, pero en pocos casos debemos pensar que esos nombres se debieran a hijos ilegítimos de reyes o duques.

Podemos distinguir seis categorías de apellidos procedentes de profesiones o cargos:

a) Cargos eclesiásticos: Abad, Cardenal, Monje, Sacristán, etc.

b) Títulos nobiliarios: Rey, Conde, Duque, Hidalgo, etc.

c) Cargos u ocupaciones relacionados con el ejército o el funcionariado: Alférez, Bayle, Alcalde, Alguacil, Escribano, Jurado, etc.

d) Oficios diversos relacionados con la artesanía y el comercio: Herrero, Molinero, Zapatero, Sastre, etc.

e) Oficios derivados de la agricultura, la ganadería, la pesca, etc.; Labrador, Pastor, Vaquero, Pescador, etc.

f) Oficios y ocupaciones diversas: Caminero, Criado, etc.

4. Apellidos procedentes de apodos.- Éste es el procedimiento más antiguo que existe para distinguir a los individuos, y todavía hoy está muy extendido el uso de los apodos, aunque más en las zonas rurales que en las urbanas. Con los apodos ocurre lo mismo que en las demás categorías, y se hacen hereditarios aunque el portador original lleve ya mucho tiempo muerto. Los apellidos procedentes de apodos presentan a veces serias dificultades de interpretación; en muchos casos se trata de voces conocidas, existentes actualmente y cuyo sentido es fácil de entender, como Feo, Gordo, etc., pero en otros casos son antiguas voces populares, algunas de las cuales ni siquiera están documentadas; en otras ocasiones, por último, aunque sean voces conocidas, resulta muy difícil adivinar qué sentido podían tener en la imaginación popular.

Los apodos se pueden clasificar de la siguiente manera:

a) Apodos referentes a características físicas: Bajo, Gordo, Rubio, Calvo, Cano, etc.

b) Apodos referentes a características morales: Alegre, Bueno, Salado, etc.

c) Apodos referentes a animales: Borrego, Buey, Conejo, Vaca, etc. Estos apodos pueden tener muy variadas causas, como que el individuo criara, cazara o vendiera tal animal, o por la semejanza física del individuo con éste, por comparación de sus aptitudes, defectos u otras características, por alguna anécdota relacionada con el animal, etc.

d) Apodos referentes a plantas: Cebolla, Oliva, Trigo, etc. Por lo general estos apodos designaban al individuo que cultivaba o vendía tal planta, pero también pudieron tener variadas motivaciones, como la comparación de rasgos físicos del individuo con determinada planta, o alguna anécdota relacionada con dicha planta, aunque también, en muchos casos, tales apellidos proceden simplemente de topónimos.

e) Apellidos referentes a lazos de parentesco, edad, estado civil, etc.: Casado, Joven, Mayor, Nieto, Sobrino, Viejo, etc.

f) En una última categoría entran todos los demás apodos que se puedan imaginar referentes a anécdotas o circunstancias relacionadas con la vida del individuo: Botella, Capote, Tocino, Porras, etc. En muchos casos ocurrió que el nombre del objeto se aplicó por elipsis al que lo fabricaba; de ahí proceden apellidos como Cuerda, Cadenas, etc.

5. Apellidos procedentes de aplicaciones onomásticas varias, consagraciones, bendiciones, augurios para con el recién nacido o hechos relativos al nacimiento .- Estos apellidos proceden de nombres de nacimiento que los padres u otras personas le aplicaban al niño además del nombre cristiano de pila o como nombre único de bautismo. Tenemos varios tipos, que podemos clasificar de la siguiente manera:

a) Apellidos procedentes de nombres de bautismo de carácter afectivo o elogioso, relativos a consagraciones a Dios, bendiciones, buenos augurios, etc. Hasta que el Concilio de Trento (siglo XVI) hizo obligatorio bautizar a los niños con nombres extraídos del santoral católico, las gentes del Medievo utilizaban aplicaciones onomásticas diversas, de carácter elogioso, como Lozano, Valiente, o de carácter afectivo, como Tierno, Bueno, Bello, etc.; también era muy frecuente aplicar como nombre de nacimiento fórmulas natalicias de buen augurio, como Buendía, Alegre, y nombres alusivos a consagraciones a Dios o a hechos y fiestas de la liturgia católica, como Diosdado, De Jesús, De Dios, etc.

b) Apellidos referentes a circunstancias del nacimiento, a la ilegitimidad del nacimiento o a la paternidad desconocida, etc.: Bastardo, Expósito, Temprano, Tirado, etc.

c) Apellidos referentes al mes de nacimiento: Enero, Febrero, Marzo, Abril, Mayo, etc.

Carece de fundamento la afirmación de algunos acerca de que eran nombres impuestos a los expósitos en función del mes del año en que se les encontraba; también se ha dicho, sin mayor fundamento, que eran de expósitos los apellidos hagionímicos como Sanjuan o Santamaría, o los apellidos-nombres de bautismo como Pedro o Nicolás.

6. Apellidos de origen incierto o desconocido .- No escasean los apellidos acerca de los cuales nos es difícil o imposible asegurar una etimología. Algunas veces esta imposibilidad se debe a que estamos en presencia de apellidos muy antiguos, en algunos casos prerromanos, como García o Muñoz, que la ciencia etimológica no ha conseguido explicar satisfactoriamente debido al desconocimiento de las lenguas prerromanas. Otras veces, aunque pueda tratarse de un nombre perteneciente a una lengua conocida, como el latín, el árabe o el germánico, la evolución y transformación del nombre a lo largo de los siglos nos lo ha hecho irreconocible. Por otro lado, no faltan apellidos nacidos de motes procedentes de palabras romances dialectales o locales, hoy desaparecidas y por ende difíciles o imposibles de explicar. Por fin, también ocurre, como ya hemos visto, que gran parte de los apellidos se originan a partir de nombres geográficos, y es frecuente que muchos de ellos, precisamente por ser antiquísimos y por proceder de lenguas prerromanas desconocidas, no se hayan podido interpretar; por ejemplo, no se conoce con exactitud la etimología de topónimos formadores de apellidos como Huesca o Toledo.

Historia de los apellidos

1. Nombres prerromanos.- Debido a la escasez de datos históricos sobre los pueblos que vivieron en España durante la época prerromana, no podemos conocer con exactitud cuál fue el sistema onomástico de los iberos, celtas y demás culturas que poblaron el suelo hispánico. Se suele pensar que, como en el caso de la mayoría de las civilizaciones antiguas, cada individuo tenía un solo nombre, al que se añadía el distintivo "hijo de. ." o algún apodo. No obstante, es probable que durante la colonización romana, y siguiendo el modelo onomástico latino, los indígenas, al menos los pertenecientes a la nobleza, adoptaran nombres latinos, aunque posiblemente conservaran como cognomen o nomen gentilicium el nombre hispánico. En cuanto a la gente del pueblo, a pesar de su paulatina romanización, sin duda conservó en muchos casos sus nombres iberos o celtas. Sólo así se explica que algunos nombres prerromanos hayan sobrevivido hasta hoy, como Pacheco, García, Velasco, etc.

2. Nombres romanos .- Los romanos, de las clases sociales elevadas, poseían un sistema onomástico bastante complejo, llegando a usar hasta cuatro nombres para cada individuo: el praenomen, que equivalía a nuestro nombre de bautismo; el nomen gentilicium, nombre de la gens o tribu a la que pertenecía; el cognomen, que podríamos considerar como equivalente a nuestro apellido y, por último, a veces se añadía el agnomen, que era como un apodo alusivo a una circunstancia personal del individuo. Así por ejemplo en el caso de Publio Cornelio Escipión, el Africano tenemos:



Con la Romanización de Hispania, este sistema, como ya hemos dicho, no tardó en propagarse entre los indígenas, que en muchos casos adoptaron nombres romanos. En cualquier caso, conviene saber que esta práctica onomástica romana de los tres o cuatro nombres sólo se usaba entre la aristocracia, pues en la misma Roma los plebeyos sólo ostentaban un nombre de nacimiento o un apodo.

3. Nombres judeo-cristianos.- La cristianización de España y del resto de Europa, a partir de los siglos IV y V, produce unos cambios sustanciales en el sistema onomástico respecto de la época romana: se imponen los nombres de personajes bíblicos, mártires y santos cristianos, que desplazan a los nombres tradicionalmente usados en el mundo romanizado. La nueva onomástica cristiana simplificó el sistema romano, y es probable que se volviera al uso del nombre único: el nombre de bautismo. La cristianización favoreció la popularización de nombres hebreos y griegos citados en el Antiguo Testamento, en los Evangelios o en los Hechos de los Apóstoles, como David, José, María, Juan, Mateo, Marcos, Lucas, etc.

4. Nombres germánicos.- La caída del imperio romano y las invasiones germánicas produjeron un nuevo cambio en el panorama onomástico español y europeo en general. La mayor parte de la península Ibérica cayó, a partir del siglo V, bajo la dominación visigoda, y aunque estos invasores germánicos llegaron ya en parte fuertemente romanizados y abandonaron rápidamente sus hablas germánicas para adoptar el latín, conservaron y popularizaron sus nombres. Así, la onomástica germánica se impuso y predominó durante toda la Edad Media. La moda de los nombres germánicos se mantuvo a lo largo de toda la Edad Media; este éxito de la onomástica germana se debió, sin duda, al hecho de que eran los nombres ostentados por la clase dirigente y también, a la particular resonancia y fuerza de nombres tales como Ildefonso, Recaredo, Gutierre, Fernando, Rodrigo, etc. Los nombres germánicos solían componerse o bien de dos adjetivos, o bien de un sustantivo y un adjetivo, cuyos significados se relacionaban, por lo general, con atributos guerreros, con la fuerza, la astucia, el valor, la nobleza, etc. Por ejemplo, Gutierre al parecer deriva de Gunthari, que es un compuesto de gunt "combate", y hari, "'ejército".

5. Nombres judíos.- A pesar de la prolongada presencia en España de los judíos, son prácticamente inexistentes los apellidos españoles de origen hebreo. La explicación es bien sencilla: muchos de los judíos que vivían en España antes de la expulsión ya ostentaban apellido hispánico, y después de la expulsión, en 1492, los que se quedaron y se convirtieron al cristianismo cambiaron sus nombres hebreos por nombres cristianos. Esto explica que, en las listas de la Inquisición española referentes a personajes acusados de judíos, la mayor parte de los apellidos que aparecen no sean hebreos, sino hispánicos, como García, Torres o Sánchez. Pero también es sumamente significativo que ya en la Edad Media muchos hebreos tuvieran apellido romance, aunque ostentaran como primer nombre uno hebreo. Resulta necesario ahora restablecer la verdad acerca del mito de los supuestos apellidos judíos: es falsa la creencia común, sobre todo en Cataluña, Baleares y Valencia, según la cual los portadores de apellidos relativos a oficios eran de origen judío. Esta creencia procede del hecho de que la numerosa población judía de España tenía su residencia en las ciudades, dentro de unos barrios específicos que se llamaban juderías, donde los judíos solían desempeñar oficios artesanos, como los de sastre, zapatero, orfebre, etc.; en otros casos se establecían como pequeños comerciantes en tiendas, en las que se vendían principalmente telas y paños. La creencia de que los apellidos relativos a oficios son judíos también procede, en parte, del desprecio que ciertos cristianos viejos de clase noble sentían hacia el trabajo de los comerciantes y artesanos, tradicionalmente considerado como vil y propio de judíos. Entonces nos preguntaremos: ¿acaso en las ciudades españolas de la Edad Media los cristianos no trabajaban? ¿Acaso no hubo sastres y alfareros entre los cristianos? ¿De qué vivían los cristianos? ¿Es que eran todos nobles y ricos? No nos engañemos. La formación de apellidos a partir de nombres de oficios ha sido un procedimiento común y extendido en todos los países europeos y no estuvo necesariamente relacionado con el judaísmo. Por otra parte, incluso se ha llegado a decir que los apellidos en "ez" son también de origen judío, cuando es obvio que son genuinamente hispánicos. En lo que respecta a esta creencia, que posiblemente proceda del extranjero, está claro que se ha tomado el efecto por la causa, puesto que se debe a que algunos judíos de origen sefardita, que están repartidos por el mundo, conservan su apellido español. En ocasiones, se ha dicho que los apellidos procedentes de topónimos son también de origen judío, cosa totalmente absurda, pues, como ya hemos visto, el denominar a una persona por su lugar de procedencia o residencia es un procedimiento muy común en todas las culturas y épocas.

En definitiva, podemos decir que son casi inexistentes los apellidos judíos que persistieron en España después de 1492, y aquellos de origen genuinamente hebreo que encontrarnos en la actualidad como Leví o Cohen, proceden, en su mayor parte, de judíos recientemente instalados en España.

Conviene señalar que apellidos como Bartolomé, Adán, José o Bernabé también son de etimología hebrea, pero eso no indica que su portador tenga un antepasado judío, sino que tales apellidos proceden de nombres de bautismo extraídos de la Biblia.

6. Nombres árabes.- Los apellidos de origen árabe, al contrario de lo que ocurre con los judíos, sí se dan con cierta recurrencia en España, y se han conservado sobre todo en el País Valenciano y Baleares, donde la población musulmana permaneció hasta su definitiva expulsión en el año 1609. Como apellidos árabes podemos citar Bennasar, Bernácer, Adsuar, Bolufer, Boluda, etc.

No obstante, es importante precisar que la mayor parte de los apellidos de etimología árabe proceden de nombres de lugares y, como tales, no indican en modo alguno que el individuo portador de tal nombre tuviera un antepasado de cultura islámica. Así ocurre, por ejemplo, con nombres como Alcaraz, Alcalá, etc.

7. Apellidos extranjeros.- A lo largo de los siglos, los movimientos migratorios de familias procedentes principalmente de Francia, Italia y Portugal trajeron a nuestro país diversos apellidos, hoy adaptados a la fonética española, más o menos numerosos según la región de España. Son más frecuentes los nombres franceses e italianos en Cataluña, Baleares y País Valenciano, mientras que predominan los apellidos portugueses en Galicia y otras zonas fronterizas con Portugal, como Extremadura y Andalucía occidental, así como en las Islas Canarias.

a) Apellidos de origen francés: Laforet, Minué, Duval, Cabarrús, etc.

b) Apellidos de origen italiano: Ruso, Manzanaro, Picasso, etc.

c) Apellidos de origen portugués: Sousa, Chaves, etc.

También existen apellidos de otros países pero son escasos. Actualmente con la migración de personas procedentes del continente africano, se están incorporando a la onomástica española, apellidos como Mohamed, Abdelkader, Abdeselam, etc.

8. Apellidos gitanos.- Como tales, no existen en España apellidos específicamente gitanos, puesto que los gitanos instalados en España desde la época medieval han seguido el mismo sistema onomástico que el resto de los españoles. Ahora bien, sí es cierto que hay una serie de apellidos que se repiten con especial recurrencia entre las personas de raza gitana, debido a la fuerte endogamia que tradicionalmente ha imperado en esta comunidad, de forma que entre sus miembros son muy frecuentes apellidos como Heredia, Maya, Montoya o Cortés, aunque eso no significa que dichos apellidos sean exclusivos de los gitanos, puesto que se hallan extendidos entre toda la población española. Sí existen, no obstante, nombres propios genuinamente gitanos, como Adonay, Sandojé, Sujamí o Majoré, muchos de ellos pertenecientes al fondo lingüístico caló, lengua de la familia indoeuropea y del subgrupo indio del noroeste. Sin embargo, ninguno de estos nombres gitanos parece existir como apellido.

9. El patronímico castellano en "-EZ".- En la Edad Media existía en Castilla, León, Navarra y Aragón una práctica para formar el segundo nombre del hijo: añadir el nombre del padre aplicándole la terminación "-ez, -z o -íz" (forma ésta más propia de Aragón). Así pues, si un individuo de nombre Pedro tenía un hijo de nombre Sancho, éste se llamaría Sancho Pérez. De este modo, este sufijo viene a significar "hijo de". Así las cosas, los apellidos como Fernández, Martínez, López, Díaz, Pérez, Ramírez, etc., se denominan patronímicos, por ser nombres formados a partir del nombre del padre.

No se conoce con certeza el origen de este sufijo patronímico; algunos investigadores lo han atribuido a una supervivencia del genitivo latino en "-ís", con valor de posesión o pertenencia. Sin embargo, otros opinan que se trata más bien de un sufijo de origen prerromano; en efecto, ninguna otra lengua latina posee tal sufijopatronímico y, además, el genitivo latino en "-ís" no explica las terminaciones en "-az, -oz o -uz" que encontramos en otros apellidos españoles como Ferraz, Ferruz o Muñoz. Por otro lado, resulta interesante advertir que estas terminaciones abundan también en topónimos antiquísimos de época prelatina como Badajoz o Jerez. También es significativo el hecho de que este sufijo "-ez" todavía exista en vasco con valor posesivo o modal. En resumen, es probable que este patronímico castellano "-ez" sea un auténtico fósil lingüístico préstamo del vascuence, posiblemente transmitido a través del navarro, ya que, la lengua castellano-leonesa primitiva obtuvo numerosos préstamos del vascuence a través del reino de Navarra, debido a la influencia que ejerció este reino entre los siglos IX y XI. Sabemos que el uso del patronímico "-ez" ya estaba extendido en Navarra en los siglos VIII y IX; de hecho, García Íñiguez era el nombre del rey de Navarra que, en el año 851 u 852, sucedió a su padre, llamado Íñigo. De todos modos, aunque el patronímico "-ez" o "-iz" sea de origen prerromano o vascuence, no hay duda de que se vio consolidado en época visigoda por el genitivo germánico latinizado en "-rici", "-riz" (como en Roderici o Sigerici), que se ponía a continuación del nombre individual para indicar el paterno. El caso es que entre los siglos XI y XII se halla completamente fijado en Castilla y León el uso del patronímico "-ez", y su abundante uso queda refrendado por la abundancia, en la actualidad, de apellidos patronímicos como López o Pérez. No obstante, a partir del siglo XIII esta práctica del nombre patronímico cayó en desuso, y desde entonces los nombres en "-ez" quedaron fosilizados y se transmitieron como apellidos hereditarios.

Ahora bien, si la forma "-ez" es un patronímico propio del castellano, encontramos numerosos apellidos catalanes o portugueses de origen castellano adaptados a la fonética de sus respectivas lenguas. Por ejemplo, el catalán transformó el sufijo "-ez" en "-is" o "-es", como en Peris (de Pérez), Llopis (de López) o Gomis (de Gómez). El portugués también adaptó los nombres castellanos en "-ez" convirtiéndolos en "-es", como en Peres o Rodrigues.

Por último, conviene saber que el uso de partículas patronímicas es un recurso muy común en todas las lenguas. Como ejemplos podemos citar el sufijo "-son", (hijo) en anglosajón, como en Johnson o Jackson; el escandinavo "-sen", (hijo) , como en Andersen o Johansen, el irlandés "O'", contracción del inglés of, (de), como en O'Donnell u O'Hara, el escocés "Mac", derivado de una voz gaélica, como en MacArthur o MacDonald, o el también escocés "Fitz", como en Fitzgerald o Fitzpatrick, partícula ésta derivada del francés fils, (hijo), que los normandos introdujeron en el siglo XI. También fue frecuente entre los británicos la marca de filiación a través del uso de una "-s" final, indicadora del genitivo, que terminó adhiriéndose al apellido, como en Peters, Adams, etc. En las lenguas eslavas hallamos partículas finales como el sufijo ruso "-of/-ov" ("-ova" para las mujeres), que encontramos en Valerarianov, Mijailov, Tereshkova, etc.; el polaco "-ski" ( "-ska" en femenino), como en Kawalski o Kandinsky, etc.; también "-vic" o "-vich" en algunas lenguas de la antigua Yugoslavia, como en Milosevic, etc. Los franceses han usado como marca de filiación la preposición de, como en Demathieu, Dejean, etc.; los italianos conservaron una forma muy próxima a la del genitivo latino con el sufijo "-ini", como Martin > Martini, etc. En árabe y en hebreo encontramos la partícula "Ben-", (hijo de), que se antepone al nombre, así como en japonés encontramos "-moto", en griego "-poulos", en vasco "-ena", etc.

10. La partícula "DE" antepuesta al apellido.- Mucha gente cree, erróneamente, que la preposición "de" antepuesta al apellido es indicadora de una antigua hidalguía. Esta creencia procede, sin duda, del país vecino, Francia, donde siglos atrás se reclamó la partícula "de" como un distintivo de nobleza y de posesión de un territorio. En el siglo XVI se llegó a prohibir en Francia el uso de tal partícula a quienes no fueran de estirpe noble, y se llegó a ridículas situaciones en las que plebeyos ricos compraban el derecho a añadir dicha preposición a su apellido. Esto nunca fue así en España y muchas de las casas más antiguas y nobles nunca usaron esta preposición, cuya significación no era más que de procedencia cuando se anteponía a un nombre de lugar o de filiación cuando se anteponía a un nombre de pila. Es cierto, no obstante, que debido a la influencia de las costumbres francesas, desde el siglo XVIII algunas familias españolas nobles o aspirantes a nobles adoptaron esta partícula a imitación de los franceses. Sin embargo, su uso nunca se restringió a clase alguna, ni alcanzó jamás el significado e importancia que tuvo en Francia.

11. Apellidos compuestos.- Los apellidos compuestos son aquellos en que se han adherido dos o más linajes, como Sancho-Ronda, Fernández-Temiño, etc. Las razones de estos compuestos son varias: en algunos casos se trata de familias nobles que quisieron adherir dos apellidos familiares, de la madre y del padre o de otro antecesor, por ser ambos ilustres y para que no se perdiera ninguno; en otros casos, y también en muchas familias nobles, la razón respondía a la necesidad de distinguirse de otras familias cuando el nombre patronímico era el mismo, como en los numerosos compuestos que incorporan García, Fernández, etc. En otros muchos casos, y precisamente porque unir apellidos era costumbre de la nobleza, muchos plebeyos adhirieron dos apellidos porque sonaba mejor y daba aspecto noble. Probablemente por esta especie de neura nobiliaria que vivió la sociedad española, a partir del siglo XVI nació la costumbre de unir el apellido paterno y materno, aunque el segundo no se heredara más allá de la primera generación. Esta costumbre, que sigue vigente en nuestros días, se hizo obligatoria a partir de 1870 con la ley del Registro Civil, principalmente para evitar confusiones entre individuos con el mismo nombre de pila y primer apellido; no surgió, por tanto, del deseo feminista o maternalista de conservar el apellido de la madre, sino que se produjo, en un principio, por la vanidad de tener un apellido largo y, más adelante, por razones puramente burocráticas. Nótese que, al menos en lo que concierne a Europa, esta costumbre parece existir únicamente en España y en Portugal, que tantos puntos comunes comparten; los demás países europeos sólo usan el apellido paterno, y en general la mujer debe cambiar el suyo por el de su marido cuando se casa.

12. Apellidos de expósitos.- Junto con los pretendidos apellidos judíos, los apellidos de expósitos son también motivo de muchas creencias erróneas. Se ha dicho que los apellidos alusivos a nombres de meses eran impuestos a los expósitos en función del mes del año en que se les encontraba; también se ha dicho, sin mayor fundamento, que eran de expósitos los apellidos-nombre de bautismo como Pedro o Antonio y los apellidos de nombres de santos o vírgenes. Respecto a los apellidos-nombre de meses y a los apellidos-nombre de bautismo ya se ha explicado su origen en líneas anteriores. En cuanto a los apellidos de nombres de santos o vírgenes (hagionímicos), como Sanmartín, Santamaría, Sampedro, etc., también se ha afirmado que a los niños abandonados a la beneficencia se les imponía como apellido el nombre del santo del día en que se les hallaba; sin embargo esta creencia carece de fundamento, y si bien es cierto que pareció existir esta práctica en los orfanatos, no hay datos ni estudios suficientes acerca del criterio cognomizador que se aplicaba antiguamente para con los niños abandonados; además, para estos niños se aplicaba la denominación de "expósito", que ha dado lugar al apellido homónimo. En la mayor parte de los casos, estos apellidos proceden en realidad de nombres de poblaciones, en referencia al lugar de residencia o procedencia del individuo, como tantos otros apellidos toponímicos, como Toledo, Zaragoza o Cuenca. En otras ocasiones se les ponía "de la Iglesia", cuando los niños eran abandonados a la puerta de alguna iglesia.

Bibliografía empleada "APUNTES DE NOBILIARIA Y NOCIONES DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICA"; primer curso de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, lecciones pronunciadas por Francisco de Cadenas y Allende, 2ª ed., Madrid, Hidalguía, 1984. "ENSAYO HISTÓRICO ETIMOLÓGICO FILOLÓGICO SOBRE APELLIDOS CASTELLANOS"; por José Godoy Alcántara, Libr. París-Valencia, Valencia, 1992. "DICCIONARIO DE APELLIDOS ESPAÑOLES"; por Roberto Faure, María Asunción Ribes, Antonio García, Madrid, Espasa, 2001. "GRAN ENCICLOPEDIA LAROUSSE: GEL"; Barcelona, Planeta, 1987, 17 vols. "GRAN ENCICLOPEDIA UNIVERSAL"; Bilbao, Asuri, 1988-1995, 30 vols. "GRAN LAROUSSE UNIVERSAL"; Esplugues de Llobregat, Barcelona, Plaza & Janés, 1981, 49 vols. "ONOMASTICA HISPANOAMERICANA"; por Gutierre Tibón, México, Editorial UTEHA, 1961.
Publicado por: Heraldaria